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En aquest lloc «web» trobareu propostes per fer front a problemes econòmics que esdevenen en tots els estats del món: manca d'informació sobre el mercat, suborns, corrupció, misèria, carències pressupostàries, abús de poder, etc.
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Nuevos apartados:

Los «Cien pasos de una vía de humanidad» de Lluís Maria Xirinacs.
Dolors Marin Tuyà.
Artículos publicados en la revista Penedès Econòmic.

Al servicio de este pueblo.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.

Diario de un senador.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.

Publicaciones:

Mundo alternativo.
Lluís Maria Xirinacs.

Pequeña historia de la moneda.
Agustí Chalaux de Subirà, Brauli Tamarit Tamarit.

El capitalismo comunitario.
Agustí Chalaux de Subirà.

Un instrumento para construir la paz.
Agustí Chalaux de Subirà.

Leyendas semíticas sobre la banca.
Agustí Chalaux de Subirà.

Ensayo sobre Moneda, Mercado y Sociedad.
Magdalena Grau Figueras,
Agustí Chalaux de Subirà.

El poder del dinero.
Martí Olivella.

Introducción al Sistema General.
Magdalena Grau,
Agustí Chalaux.

Los incentivos. Russell L. Ackoff.

Cápsulas de Ackoff, administración en pequeñas dosis. Páginas 64-66.

Los incentivos.
Russell L. Ackoff.

Russell Lincoln Ackoff (1919-2009).Los incentivos se usan ampliamente para influenciar comportamientos que no pueden ser controlados. A menudo, sin embargo, no arrojan el resultado deseado, o arrojan resultados inesperados. Por ejemplo, un importante productor de artículos para el hogar también los instalaba y realizaba su mantenimiento. La empresa empleaba mecánicos de mantenimiento que, dotados de una camioneta, visitaban a los usuarios que requerían el servicio. La gran cantidad de repuestos que cada uno de estos mecánicos cargaba en su vehículo comenzó a preocupar a la dirección, máxime teniendo en cuenta que muy pocos de estos repuestos eran finalmente utilizados.

Se contrató una firma consultora para tratar de reducir este inventario ambulante. Los investigadores descubrieron que la retribución de los mecánicos era proporcional a las reparaciones que llevaban a cabo; si no disponían de los repuestos para completar un trabajo, debían volver a buscarlos al almacén. Esto podía tomarles entre dos y cuatro horas, tiempo por el cual no recibían compensación alguna. No era entonces de extrañar que trataran de tener a mano todo tipo de repuesto que eventualmente pudieran necesitar. El modo de retribuir a los mecánicos constituía un incentivo indeseado que aumentaba el inventario de repuestos.

Algunos sistemas de incentivos demuestran estar claramente mal concebidos, debido a que sus objetivos no se formulan claramente. Por ejemplo, dos ciudades importantes decidieron, en forma independiente, reducir las congestiones de tránsito cobrando un peaje a los automóviles y camiones que circulaban por sus calles. Se presentaron distintas propuestas para aplicar estos peajes.

Una consistía en relacionarlos con el número de kilómetros recorridos en el perímetro urbano; otra tomaba en cuenta la frecuencia con que los vehículos pasaban frente a ojos electrónicos convenientemente ubicados, capaces de leer los números de identificación en sus costados. Hubo discusiones entre los planificadores de transporte de las dos ciudades para evaluar los méritos de cada uno de los sistemas. Finalmente decidieron recurrir a un consultor para que hiciera una evaluación comparativa de los dos proyectos.

En la primera reunión, uno de los consultores preguntó cuál era el objetivo del sistema propuesto. Extrañado por esta pregunta, aparentemente ingenua, un planificador contestó que el objetivo era obviamente el de reducir la congestión. El consultor preguntó: «¿qué significa congestión?». El planificador, evidentemente molesto, contestó: «todos saben lo que significa congestión». El consultor insistió: «no todos. Yo, por ejemplo, no lo sé». El planificador, ya a punto de perder su paciencia, se levantó, caminó hacia una ventana, indicó la calle y dijo: «Mire, la puede ver». El consultor entonces preguntó qué era lo que se veía. El planificador explotó: «¡Por el amor de Dios, los autos no se mueven!». «Ah», dijo el consultor, «entonces lo que usted quiere reducir es el número de autos que no se mueven por la calle. ¿Cómo puede proponer cobrar peaje a los que se mueven?».

El consultor puntualizó al estupefacto planificador que para reducir la congestión, sería mucho mejor penalizar a los conductores proporcionalmente a las veces que se detenía, no cuando se movían. Tal peaje, explicó, los induciría a usar sus vehículos fuera de las horas pico y a buscar itinerarios descongestionados. Además, las paradas podrían contarse con menor gasto (por medio de un simple medidor inercial).

Otra ciudad, conectada con sus suburbios por medio de puentes y túneles, quiso desalentar a los habitantes suburbanos a usar sus automóviles para ir y volver del trabajo. Propuso entonces incrementar los peajes ya vigentes, agregando peajes adicionales por cada pasajero transportado. Un consultor señaló que esto alentaría a los conductores a no llevar pasajeros, con lo que el número de autos aumentaría. Para reducir el número de autos en circulación, dijo, el peaje adicional debía ser cobrado por cada asiento vacío. Esto impulsaría a compartir los autos y a usar vehículos más pequeños. (Los autos con tres o más pasajeros están ya eximidos de peaje en el puente de la Bahía de San Francisco y disponen de carriles especiales).

Como los incentivos producen frecuentemente resultados inesperados, es conveniente que sean revisados críticamente por lo menos por un representante del universo al que van dirigidos. Esto se debe hacer antes de ponerlos en vigor.

Los incentivos no cumplirán su propósito a menos que también sirvan a los propósitos de aquellos que resultarán afectados.

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