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Dolors Marin Tuyà.
Artículos publicados en la revista Penedès Econòmic.

Al servicio de este pueblo.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.

Diario de un senador.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.

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Lluís Maria Xirinacs.

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Agustí Chalaux de Subirà, Brauli Tamarit Tamarit.

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Un instrumento para construir la paz.
Agustí Chalaux de Subirà.

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Agustí Chalaux de Subirà.

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Magdalena Grau Figueras,
Agustí Chalaux de Subirà.

El poder del dinero.
Martí Olivella.

Introducción al Sistema General.
Magdalena Grau,
Agustí Chalaux.

Navarra, pionera del frente antinuclear.

Noticias de Navarra. Logotipo.Noticias de Navarra. Domingo, 6 de agosto de 2017.

La vanguardia de la lucha ecologista.

Navarra, pionera del frente antinuclear.

La vanguardia de la lucha ecologista y el primer comité antinuclear de todo el Estado nació en la Ribera de Navarra; allí se paralizó en el año 1974 la construcción de una central a cinco kilómetros de Arguedas e involucró en la pelea a intelectuales, agricultores e incluso a la Diputación Foral franquista de la época.

Un reportaje de Daniel Burgui Iguzkiza. Fotografía: Fermín Pérez-Nievas/Archivo. Domingo, 6 de Agosto de 2017. Actualizado a las 6h, 9'.

El anuncio del cierre definitivo de la central nuclear de Santa María de Garoña, en Burgos, el pasado martes 1 de agosto por el ministro de Energía, Álvaro Nadal, ha sido celebrado por todo tipo de agentes sociales y políticos. Es hoy un triunfo simbólico del movimiento ecologista en España. Pero su clausura es sobre todo la rotunda victoria de una pelea política y social que se inició hace más de 40 años en la Ribera de Navarra, en Tudela. Allí nació de forma vanguardista el movimiento antinuclear, allí se fundó el primer comité contra las energías nucleares de todo el Estado. Y posiblemente, uno de los primeros de Europa.

Era el verano de 1972, Mario Gaviria tenía 34 años y regresaba a su pueblo, Cortes, por vacaciones. En aquel tiempo Gaviria trabajaba como profesor de sociología urbana en la Universidad de Los Ángeles, en Estados Unidos. Antes había vivido en el estado de Pennsylvania, donde años más tarde –en marzo de 1979– tendría lugar el primer accidente nuclear de la historia, en Harrisburg. Ya en California, Mario Gaviria había participado en las primeras protestas contra las centrales en Sacramento y había entrado en contacto con el incipiente movimiento ecologista de Amigos de la Tierra, que se fundó allí en la costa oeste de Estados Unidos. «Llegué a casa y leí en el periódico que España iba a poner en marcha más de 20 centrales nucleares, una de ellas en Tudela, a menos de 15 kilómetros de nuestra casa. Me quedé anonadado», recuerda Gaviria.

Ambición energética.

Entonces en España había tan solo tres pequeñas centrales nucleares funcionando: la de José Cabrera en Zorita (Guadalajara), la de Santa María de Garoña (Burgos) y la de Vandellós en Tarragona. Pero, efectivamente, el último plan de los gobiernos franquistas y la Junta de Energía había autorizado ya para ese año la construcción de las dos unidades de la central de Almaraz (en Cáceres), la de Lemoniz (en Bizkaia), las dos catalanas de Ascó y la de Cofrentes en Valencia. De estas últimas, todas ellas, salvo la vizcaína, están hoy operativas. Sin embargo, el plan que Gaviria vio en el periódico también contemplaba la construcción inmediata de otras tantas centrales en Zamora, Lugo, Santander, Salamanca, Guadalajara, Cádiz, en Fa del Ebro en Zaragoza, otras dos centrales más en Deba (Gipuzkoa), otra en Ispaster (Bizkaia) y sobre todo –lo que noqueó a Gaviria–: una central en Sotos de Vergara, un paraje a cinco kilómetros de Arguedas y a 10 kilómetros de Tudela. «Pensé que teníamos que hacer algo. Como decía un amigo británico: la nuclear era la energía del futuro cuyo tiempo ya pasó. Era y es muy peligrosa y teníamos que explicárselo a la gente, aunque por aquel entonces la Ribera de Navarra era una tierra de moscas, calderetes y vacas en la calle», explica hoy desde su hogar en Cortes. Gaviria abandonó sus tareas en Estados Unidos, regresó a Navarra y, durante los siguientes cuatro o cinco años, se dedicó a promover el movimiento antinuclear.

En el estado de Pennsylvania –en marzo de 1979– tendría lugar el primer accidente nuclear de la historia.

Así es como Gaviria, copiando las estructuras de los movimientos ecologistas que había visto en California, crea en Tudela el primer comité antinuclear de España. «Llamé a todo tipo de gente más variopinta: a un amigo de mi primo que trabajaba en Telefónica, Facundo Salcedo; a Abel Casado, que era economista; la familia Frauca que tenía una finca cerca de donde se iba a proyectar la central, ocho o diez jóvenes de la zona, entre los que estaban Patxi Tuñón –que era abogado laboralista en Pamplona–, Fito Jiménez, algunas chicas como Milagros Rubio o Mamen Fernández y también agricultores o artesanos agrícolas», rememora el sociólogo navarro. Más tarde, Mario Gaviria se integraría también en AEORMA, la Asociación Española para la Ordenación del Medio Ambiente, la única organización ecologista legal y autorizada en aquellos últimos años de dictadura franquista. «Realmente éramos un grupo muy variado. Nunca nos persiguieron y con el tema medioambiental la gente se atrevía a hablar». Gaviria se dedicó a escribir artículos de divulgación en el Heraldo de Aragón, la revista Triunfo e incluso el semanario La Voz de la Ribera, donde se publicó el primer texto contra las centrales nucleares de España. También en 1972 «con 5.000 pesetas y cuatro amigos» –entre los que se encontraba José Antonio Labordeta– fundan la revista izquierdista Andalán, en Zaragoza.

Mientras todo esto ocurre y va cuajando ese primer movimiento ecologista, el proyecto del Ministerio de Industria sigue adelante. El 7 de octubre de 1973 se presenta a la Delegación de Industria de Navarra el avance del borrador que Iberduero tiene proyectado en el término municipal de Tudela, en los terrenos llamados Soto de Vergara, próximos al ferrocarril de Castejón y cerca del antiguo apeadero de Arguedas. Se pretende poner en funcionamiento la central navarra para el año 1980, con un presupuesto de 30 millones de pesetas y una potencia de 1.000 megavatios. Junto a otras dos centrales en Gipuzkoa, otra en Bizkaia, alguna más en el valle del Ebro, pretendía el Ministerio abastecerse de siete millones de kilovatios. El diario ABC de la época añade una coletilla a este asunto: «El lugar elegido está muy cerca del río Ebro, este tipo de centrales exigen disponer de mucha agua para la refrigeración de sus instalaciones». Uno de los asuntos claves para sumar a la lucha antinuclear a agricultores e incluso autoridades de la época iba a ser el caudal del río, su abuso y la contaminación de la huerta navarra.

La central de Tudela.
Instituciones y campesinos, en contra.

El 4 de abril de 1974, Javier Arizcun Zozaya y Eduardo Les Floristán, como representantes, firman la venta a la Compañía Mercantil Hidroeléctrica Ibérica Iberduero, S.A. de unos terrenos en Matón de Vergara y Murillo de las Limas de unas «9.116 robadas y 17 almudes» al precio de 62 millones de pesetas. La construcción de la central es inminente. Comienza entonces así una ardua ofensiva de esos primeros antinucleares para explicar los riesgos de estas energías radioactivas. Y también movilizaciones.

Meses más tarde, el 6 de octubre de 1974, cerca de doscientas personas asisten en el hotel Corona de Aragón, en Zaragoza, a la mesa redonda informativa sobre centrales nucleares que había organizado la asociación AEORMA. Allí, según narra el diario La Vanguardia, Mario Gaviria expuso cómo las centrales «no son seguras y sí peligrosísimas». El argumento tan válido ayer como hoy es que «no ha habido ni hay ninguna compañía de seguros del mundo que se atreva a cubrir los daños que podría causar un accidente». Además, Gaviria señaló la falta de un plan de gestión de los residuos radioactivos, la radiación atómica y sus consecuencias para la salud y sobre todo cómo la central ribera frustraría el regadío en la zona y cualquier desarrollo agrícola o industrial.

Intervino también Santos González –campesino y pequeño industrial de Tudela– que mostró su preocupación por la instalación de la central y su proximidad al polvorín de Castejón y al polígono de tiro de las Bardenas. Aunque más rotundos se mostraron las autoridades franquistas de la época: Julio Asiain, de Corella y diputado foral falangista, enfrentándose a los delegados de la Junta de Energía y de las empresas instaladoras –también presentes en la reunión–, aseguró lo siguiente: «Haremos todo lo necesario para oponernos a la instalación de una central atómica en Tudela mientras no estemos absolutamente seguros de que no representa ningún peligro. La Diputación Foral de Navarra está dispuesta a defender la economía de la zona por todos los medios». Igualmente, el procurador en Cortes por Navarra, Jesús Ezponda afirmó que hasta que no se aclare la gravedad de estas instalaciones deberían «ser suspendidas toda clase de instalación nuclear».

Se pretende poner en funcionamiento la central navarra para el año 1980, con un presupuesto de 30 millones de pesetas y una potencia de 1.000 megavatios.

No faltaron en esta conferencia los que laudaron las energías nucleares, o que aseguraron que las centrales «daban vida a los pueblos» como el director adjunto de la planta de Ascó. No obstante, el delegado gubernativo que vigiló la conferencia prohibió que se redactasen conclusiones sobre esta conferencia. Pero parece que las palabras de Gaviria calaron hondo. El 14 de octubre de 1974, la Diputación Foral de Navarra acordó «oponerse de plano al emplazamiento propuesto por la empresa Iberduero, estando dispuesta a colaborar con dicha empresa». Firmaba Amadeo Marco, vicepresidente de la Diputación Foral. Esta sorprendente complicidad de las instituciones no se dio en otros proyectos como Lemoniz, en Bizkaia. «Quizás las autoridades tenían un discurso conservador o de apego a lo rural, pero sirvió», cuenta Gaviria.

Durante los años siguientes, se suceden las movilizaciones y protestas. También argumentos a favor y en contra así como intercambio de editoriales entre El Pensamiento Navarro o La Voz de la Ribera cargando las tintas. Se crea ADMAR (Asociación en Defensa del Medio Ambiente de la Ribera) y Mario Gaviria. junto a colegas vascos y aragoneses, recorre la geografía española promoviendo el movimiento antinuclear. «Organizamos más de 100 comités clandestinos, hicimos una manifestación en Badajoz con más de 300 alcaldes; aun en pleno franquismo, dábamos charlas en institutos y ayuntamientos», recuerda. Eran los últimos años de una dictadura que se descomponía. Finalmente, el contexto social, las protestas y la inviabilidad echó abajo el ambicioso plan de las centrales y la de Tudela nunca se realizó.

«A veces creo que esos años, el inicio de la lucha antinuclear es lo más importante que he hecho en mi vida», reflexiona Mario Gaviria. «El sur de Navarra es hoy una potencia agroalimentaria en Europa: con ese proyecto hubiese desaparecido todo y hubiese sido una tragedia. Lo cierto es que allá donde hubo movilizaciones –como en el valle del Ebro o las provincias vascas– y se supo defender la tierra no se atrevieron a construir más centrales. Y, sobre todo, sentamos las bases para cerrarlas. Yo ya no lo veré en vida –dice Gaviria, a sus 79 años– pero cuanto antes cierren todas, mejor».

Ecologismo foral.

Las luchas de AYER. Para Patxi Tuñón, que recuerda con excitación aquellos años pretéritos de militancia antinuclear en Navarra, el atractivo y el encanto de la movilización social ecologista de hace cuatro décadas atrás es que eran «muy transversales y que aglutinaban a gente muy diversa». «Éramos una parte más de los primeros movimientos progresistas, pero a diferencia de otras luchas, la antinuclear y la antimilitarista siempre tuvo un punto más abierto, más festivo, más creativo; y además, atraíamos a gente de otros ámbitos: desde las asociaciones de vecinos, al movimiento obrero, feminista o agrícola».

Las luchas de HOY. Dice Pablo Lorente que Sustrai Erakuntza se fundó con intención de ser un frente técnico y jurídico para servir a las luchas que tienen que ver con la defensa del territorio y que se perdían en el ámbito legal. «No tenemos miedo a ser derrotados, tenemos paciencia y nos planteamos esto como una carrera de fondo, algunas sentencias han tardado 20 años en llegar y luego en cumplirse», señala. Sobre los frentes que hay hoy abiertos, el tema de la extracción por fractura hidráulica en la Ribera (como el proyecto Aquiles) o en otros lugares ha quedado paralizado o «latente» por los propios intereses de las empresas e indica Lorente que, aunque «propuestas como la del Parlamento de Navarra para declarar nuestro territorio libre de fracking son relevantes, dependen de otras instancias e instituciones». Y añade: «Hay que estar siempre alerta, siempre vigilantes. Nos venden modelos que apuestan por economías cortoplacistas, que no generan riqueza más que para unos pocos, que endeudan a instituciones y no fomentan la soberanía energética ni un desarrollo sostenible».

Galería de imágenes:

El Soto de Vergara, donde se iba a construir la central nuclear tudelana (foto 1 de 7).
El Soto de Vergara, donde se iba a construir la central nuclear tudelana (foto 1 de 7).

Pancarta contra las nucleares, en la plaza del Castillo de Pamplona (foto 2 de 7).
Pancarta contra las nucleares, en la plaza del Castillo de Pamplona (foto 2 de 7).

Asesinato de la joven Gladys del Estal por la Guardia Civil en Tudela (foto 3 de 7).
Asesinato de la joven Gladys del Estal por la Guardia Civil en Tudela (foto 3 de 7).

Varias pancartas en Tudela, para la manifestación del 3 de junio de 1979, que fue brutalmente reprimida (foto 4 de 7).
Varias pancartas en Tudela, para la manifestación del 3 de junio de 1979, que fue brutalmente reprimida (foto 4 de 7).

Primer accidente nuclear de la historia en Harrisburg (EEUU) en 1979 (foto 5 de 7).
Primer accidente nuclear de la historia en Harrisburg (EEUU) en 1979 (foto 5 de 7).

Revista Andalán, fundada por Mario Gaviria y José Antonio Labordeta (foto 6 de 7).
Revista Andalán, fundada por Mario Gaviria y José Antonio Labordeta (foto 6 de 7).

Pegatina del ADMAR (foto 7 de 7).
Pegatina del ADMAR (foto 7 de 7).

Enlace de la noticia original en castellano:

http://www.noticiasdenavarra.com/2017/08/06/sociedad/navarra/navarra-pionera-del-frente-antinuclear


Enlace relacionado:

La espada de Damocles de la energía nuclear, por Martin Scheuch.

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